Pintura con tres manchas, nº 196 Wassily Kandinsky
Ubicación
Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)
Dimensiones
121 x 111 cm
Fecha
1914
Soporte
Óleo sobre lienzo
Sonia Casal Valencia
Doctoranda en Historia del Arte y Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte Español
En esta pintura se observa, en el centro de la composición, esas tres manchas que dan nombre al lienzo, de colores rojo, verde y azul las cuales, pese a contener en su interior otros trazos cromáticos distintos, parecen vertebrar y centralizar una pintura en que las formas fluctuantes de intensos y entremezclados colores se disponen de manera que rodean a las principales.
Pese a poder ser capaces de distinguir las citadas formas, algunas más ovaladas, otras más irregulares, triangulares o rectas, lo cierto es que no es posible apreciar ningún elemento figurativo claro, pues precisamente el artista busca la abstracción total.
Esta obra fue realizada pocos días antes del estallido de la Primera Guerra Mundial por lo que esta pintura, como hija de su tiempo y su contexto, parece querer plasmar la tensión y el clima prebélico que se respiraba en Europa en esos tiempos.
No obstante, otros autores advierten que las tres manchas principales de vivos colores podrían estar vinculados a una simbología espiritual y mística del número tres.
En este lienzo, los colores parecen chocar y entremezclarse como si de una lucha se tratase aunque, como es habitual en estas obras, cada espectador podrá encontrarse ante una interpretación diferente dependiendo de su cultura, sus propias experiencias o el estado anímico que lo podrá transportar a emociones distintas de las aquí plasmadas.
Wassily Kandinsky, nacido en Moscú en 1866 en el seno de una familia acomodada, estudió Derecho llevando a cabo una carrera profesional como profesor en la universidad que rechazó para dedicarse completamente al arte al contemplar las nuevas obras impresionistas que comenzaban a aparecer en los últimos años del siglo XIX.
En los primeros años de la siguiente centuria viaja por Europa conociendo diferentes influencias y exponiendo sus propias creaciones que, de sus primeras obras de paisajes y pueblos, va evolucionando hacia escenas más fauvistas donde el color es usado como el elemento principal sin describir la naturaleza objetiva. De hecho, este modelo derivó en Der Blaue Reiter, El Jinete Azul, un grupo de artistas expresionistas, entre los que se encontraban el ruso Kandinsky y Franz Marc.
Este grupo, asentado en Múnich, entre los años 1911 y 1914, desarrollaron un arte donde se deforma la realidad en favor de los sentimientos, consiguiendo la abstracción total, pero con una fuerte carga teórica vinculada, en muchas ocasiones, a la música.
En 1912, Kandinsky publica De lo espiritual en el arte, un manifiesto teórico y un discurso estético que desemboca en la práctica de la abstracción no figurativa, pues considera que toda obra de arte es hija de su tiempo y que ha llegado el momento de liberar al arte del naturalismo, dotando de un significado espiritual a la forma y a los colores plasmados en el lienzo.
Estos colores para Kandinsky tienen dos efectos sobre el espectador: un efecto físico, produciendo diferentes sensaciones, como alegría o tristeza; y un efecto psicológico, cuando, por asociación, el color queda ligado a significados culturales o personales, pues este elemento tiene parte de sinestesia ya que adquiere características propias de otros objetos como suave, áspero o dulce.
En definitiva, para Kandinsky el arte nace del artista, mediante una creación mística y enigmática donde interviene la propia personalidad del creador y donde las formas y lo colores imprimen un significado concreto en el espectador al contemplar la obra.